bandera
La abdicación de S.M. el Rey Juan Carlos para dar paso a la generacion de S.M. Felipe VI, parece haber abierto un nuevo tiempo de esperanzas y quehaceres. Algunos ancianos y prestigiosos soldados creen haber oído : Misión cumplida, pueden retirarse. Pero no es así. España no se salva porque uno agite una bandera de esperanza.España es como la tierra que los labradores aran, siembran, abonan, sulfatan, limpian, siegan,recogen para volver a abonar, esperar el tempero, y así empezar el ciclo de labrar. etc. España no permite descansos, es ir en bicicleta, si dejamos de pedalear se cae. España va de la euforia a la depresión con extrema facilidad. Los viejos soldados y todos los ciudadanos curtidos en la búsqueda de la democracia, que pusieron su honor, honradez y trabajo al servicio del resto de los españoles, no pueden retirarse. Limpios de ambiciones personales, deben salir -si es preciso de uno en uno- por todos los pueblos de Cataluña y del resto de España para combatir el silencio de los conformistas y el griterío de los talibanes

martes, 8 de julio de 2014

Personajes a los que conocí : René

Conocí a René en París. Financiaba – en parte- un  grupo de legitimistas franceses. Ardiente defensor de la Monarquía. Según él, un Rey   tenía la función de Juez imparcial entre las partes, escuchar al fiscal y al defensor, a la oposición y al gobierno.  Nadie mejor que el Rey para este papel.   René era  un industrial  y hombre de negocios. Al decir de todos era: autoritario,  seco, duro, justo y  sin ganas ni gracia para hacerse el simpático o entablar relaciones amistosas.

Al salir del primer  encuentro y como llovía me acercó con su coche a mi pensión -al lado de la Gare Saint Lazare-  Me dijo claramente que no se creía nada de lo que yo decía ser o hacer, pero que le daba igual, lo importante es lo que yo pudiera hacer por ese grupo. 

Me invito a desayunar  cualquier  lunes, miércoles y viernes  - que me fuera bien- en una  cafetería cerca de su despacho. Acepté su invitación  y en esos desayunos  nos conocimos mejor. De esas reuniones únicamente quiero  contar una historia  que se inicio con este monologo.

Nadie de mi familia o amigos  puede creer que me interese otra cosa  que no sea los negocios, no me dan ningún crédito cuando opino de arte, de música, de filosofía  etc.  Al parecer mi mujer y mis hijos e hijas son las únicas personas que tiene opinión al respecto. La frase cuando  opino es: “lo tuyo  René son los negocios”  Estoy cansado de esta catalogación. Tengo  que hacer algo para callarles la boca. Quizá podría escribir un libro, pero soy incapaz, carezco de imaginación para ello. Pintar un cuadro resultaría patético. Apuntarme a la universidad para estudiar filosofía o teología, exige mucho tiempo y cerebro que no tengo .Pero sigo pensando en una solución  al desafío. Pues para mí es un desafío.

Le hablé de la música, explotó en una carcajada que pareció un espasmo. Le convencí de que era lo más fácil. En los  tres siguientes desayunos trazamos un plan que debía mantenerse en secreto: Compró un pequeño despacho  pared con pared con el suyo. Le conseguí unos españoles que los sábados y domingos le hicieran una puerta que los comunicara .Forraron el nuevo apartamento de aislante y, modificaran parte de su biblioteca para convertirla  en una  puerta de comunicación naturalmente secreta.

Un sábado  entró en el nuevo “despacho” un piano de gran  cola  y algunos otros muebles. René encontró tras  dos  fracasos una profesora que entendió el objetivo de aprender. Desde ese día  y durante cinco años René y Denise se pasaron una hora diaria  alrededor del piano. Rene  estuvo tan obsesionado en estudiar como en  guardar sus estudios y progresos en el más absoluto secreto.

Los únicos favores  que hice a René, fueron dejarle una identificación y firma falsa para constituir la empresa que compró el despacho (el mismo día en documento aparte, se le vendió a René). Llevarle los albañiles y carpinteros españoles  y  desear y confirmar mí esperanza de que su sueño  fuera  realidad.

Casi seis años después, recibí unos billetes de avión y  una  reserva de  hotel en Paris con una  nota escueta escrita en castellano: NO PUEDES FALTAR. NO ME PUEDES FALLAR.

No falté. Minutos después de llegar al hotel, el chofer del Sr René preguntaba por mí. Nos encontramos en la cafetería de siempre. Había alquilado una pequeña sala de conciertos. La fuimos a ver. En la cabecera una pequeña tarima con un  piano de cola larga. En el  salón  unas mesas bellísimamente adornadas con una elegancia extraordinaria. La cena la serviría  el restaurante La Tour d´Argent que había hecho una excepción, pues se había negado  hasta entonces a  servir fuera  de su templo.
Las mesas no estaban numeradas, cada una tenía el nombre de un filósofo  con una de sus frases más relevantes  a criterio de René.  Me pareció alucinar lo que veía. Con mi felicitación llegó su petición a la  que me prohibió negarme: debía ser el presentador de la fiesta.

Dos noches después se celebraba su 75 cumpleaños y su despedida de los negocios. En el   salón estaba su familia al completo, amigos, empleados de su despacho, personajes de la política y de los negocios. Calculé más o  menos  unas doscientas  personas.  Al entrar fuimos recibidos por Rene y su distinguida esposa. Luego  los corrillos de saludo y el  proceso de buscar la mesa y tomar asiento. Unos camareros servían unos aperitivos.

Las luces de la sala se atenuaron pero se  incrementaron  alrededor del hermoso piano de cola. Un punto de luz rodeo  el micrófono que iba a servir para presentar el acto. Todos callaron  expectantes. Su mujer se dirigió en voz baja a sus hijas e hijos para criticar despectivamente la  ausencia en la mesa del René, ésto,  según ella venía a demostrar su falta de sensibilidad artística amén de otras cosas.

Había llegado mi hora.  En mi francés “exótico “anuncie el programa del acto: Señoras y señores, René ha querido que  presentara éste pequeño concierto como reconocimiento, homenaje y agradecimiento a todos Uds. y a la  vez, de su  despedida de los negocios. Las composiciones  que  ha seleccionado son en primer lugar: La Sonata en Do Mayor de Mozart, por ser la preferida de su amada y hermosa esposa. (se oyeron aplauso. Su mujer Blanche  y su familia buscaban con los ojos a Rene y al no encontrarlo fruncieron un gesto de enfado)

En segundo lugar la Serenade de Schubert, por ser la melodía que ha inspirado más poemas de amor y en recuerdo de los malísimos poemas que René escribía y recitaba para conquistar la atención y amor de su esposa. René confiesa que eran tan malos que  jamás Blanche quiso   escucharlos completos. Pero la enamoró,  que era lo importante (se oyeron de nuevo aplausos y risas. La familia seguía esperando a René cada vez con cara y gestos más enfadados y despectivos)

En tercer lugar el artista nos interpretará Suite Española nº 11 Granada de Albeniz, en recuerdo de los maravillosos veranos en España  que finalizaron  cuando sus hijas e hijos creyeron ser demasiado mayores para veranear  con sus padres  (de nuevo aplausos  y risas más fuertes. La familia ya no buscaba a René, movían la cabeza de izquierda a derecha y se miraban como diciendo: Ni hoy Rene tiene remedio)

Y por último como símbolo de despedida de su actividad, el Aria de Adiós a la Vida de Tosca,  pues ciertamente  con su adiós  a casi 60 años de trabajo, se abre una etapa nueva  y prometedora, que asume con la misma ilusión que cuando montó su primer taller de torno con 15 años  (Enormes aplausos de toda la sala puesta en pie, excepto de la familia que aplaudía sentada  y con una cara de irritación, desprecio y enfado increíble)

Me gustaría que recibieran con un aplauso  al intérprete de este homenaje a la amistad, al trabajo y al amor. Gracias a todos.

Se iniciaron los aplausos. La luz sobre el piano se intensifico. Un foco se dirigió a las bambalinas para acompañar al intérprete hasta el piano. El bajo, robusto y poco sensible René con un impecable frac apareció en escena para dirigirse al piano. El aplauso se apagó lentamente para dar paso al silencio que produce una admirable sorpresa . Estaban ante algo increíble: El que Rene fuera el  artista, el pianista. Frente a esta admiración Blanch y alguno de la familia esbozaron  unas maliciosas sonrisas, como si todo  se tratara de una broma, de un truco.

Rene saludó con el estilo de quien ha dado cientos de conciertos. Se sentó en la banqueta, estiro los brazos,  movió durante unos  segundos los dedos  e  inmediatamente se oyó nacer la Sonata de Mozart. Impecable. Maravillosa. Blanche, quizá por primera vez lloró sin miedo a estropear su maquillaje
En mi mesa,  todos estábamos  emocionados.  Éramos una mesa especial,  la de quienes habíamos guardado el secreto durante estos casi seis años, la  profesora Denise, la secretaria Margaritte, el chofer Ahmed, y uno de los ejecutivos de la casa de pianos Player, que con Denise hicieron de René un artista. Con pequeño repertorio, pero artista.

Los dedos de René no pararon, no hubo tiempo para aplausos intermedios.  Acabó la Sonata e inicio  La  Serenada, todos lo escucharon asombrados  y emocionados. Un buen número de invitados  dejaron sus mesas para ponerse sentados o de pie en las primeras filas o alrededor de la tarima.  Al acabar era necesario aplaudir para descargar la emoción, pero los dedos de Rene no lo permitieron pues como si tocara una guitarra española  se oyó  Granada y su melodía imitando el agua del Darro y del Genil, los amores y el baile. Parecía  imposible  respirar con tanta emoción.  Blanche, la aristocrática Blanche, la distante Blanche se puso sin darse cuenta de rodillas  con las manos juntas como si quisiera rezar o arrepentirse de tantos años de amor a los que no correspondió y en esa posición, rodeada de dos o tres nietos siguió  el concierto.

René debió detenerse ahí,  pero ni  lo pensó, su plan era su plan, llegar al final, romperles el corazón y el criterio a todos aquellos -especialmente a su familia-  que lo habían considerado durante tantos años un tornero con habilidad para los negocios, sin carrera ni estudios. El, que amaba el toreo, era el  torero en la plaza, tenía que acabar matando  y no paró,  de Granada  gracias a un arreglo del Sr de Player y de Denise paso sin solución de continuidad al Adios a la Vida de la opera Tosca. Un violín  que no se veía le acompañó en su adiós. Las notas parecían escribir  la letra: Oh  dulces besos  /  oh lánguidas caricias.  No se oia respirar, Blanche seguía de rodillas, sus manos tapaban  y apoyaban su cara contra el apoya brazos de su silla. Su nietos querían levantarla pero ella se  negaba .. la melodía no se oía, escribia:  La hora ya ha pasado / me despido /   … Jamas he amado tanto la vida / ..

Los dedos dejaron de recorrer el teclado, René se levantó de la banqueta, estaba victoriosamente feliz, sudado, deshidratado, sonriente. Se inclinó ante todos. De pronto,  un aplauso que pareció un trueno,  unas carreras para abrazarlo que hicieron caer sillas y vajillas. En el fervor, sin que nadie lo notara, unos empleados de la casa Player retiraron el cuerpo de delito, el piano. Las luces recobraron su intensidad y se empezó a servir la cena.  Blanche antes de abrirse paso hacia René se  fue a los servicios para  recomponer su maquillaje. Los del secreto  nos acercamos para felicitarte. Señalando el asiento vacío de Blanche, comentó: No ha entendido nada, continua con la estética sobre el sentimiento. Nada que hacer. (rien a faire)

Rene paso la cena recorriendo las mesas, sentándose, saludando y despidiéndose de cada uno. Gozaba del triunfo  y de la sorpresa. Abandoné la cena pronto. Al despedirme nos abrazamos.  Ahmed  me acompaño   al hotel y a Denise y a Margaritte a sus casas. Estábamos sonrientes. Margarite, la persona que más sabia sobre la vida privada de Rene, dijo  que acabábamos de ver la Venganza de René, el Montecristo actualizado. Nos reímos felices.

Unos tres años después, en mi despacho de San Vicent de Castellet, recibí de Margarite la noticia de su muerte, de un ataque al corazón  en la isla de Reunion donde vivía  con una tailandesa.  Sonreí y también ahora cuando lo recuerdo 

In memoriam

Fernando San Agustin 

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