Personajes a los que conocí : René
Conocí a
René en París. Financiaba – en parte- un
grupo de legitimistas franceses. Ardiente defensor de la Monarquía. Según
él, un Rey tenía la función de Juez
imparcial entre las partes, escuchar al fiscal y al defensor, a la oposición y
al gobierno. Nadie mejor que el Rey para
este papel. René era
un industrial y hombre de
negocios. Al decir de todos era: autoritario, seco, duro, justo y sin ganas ni gracia para hacerse el simpático
o entablar relaciones amistosas.
Al salir del primer encuentro y
como llovía me acercó con su coche a mi pensión -al lado de la Gare Saint
Lazare- Me dijo claramente que no se
creía nada de lo que yo decía ser o hacer, pero que le daba igual, lo
importante es lo que yo pudiera hacer por ese grupo.
Me invito a desayunar cualquier lunes, miércoles y viernes - que me fuera bien- en una cafetería cerca de su despacho. Acepté su
invitación y en esos desayunos nos conocimos mejor. De esas reuniones
únicamente quiero contar una
historia que se inicio con este
monologo.
Nadie de mi familia o amigos puede creer que me interese otra cosa que no sea los negocios, no me dan ningún
crédito cuando opino de arte, de música, de filosofía etc. Al
parecer mi mujer y mis hijos e hijas son las únicas personas que tiene opinión
al respecto. La frase cuando opino es:
“lo tuyo René son los negocios” Estoy cansado de esta catalogación. Tengo que hacer algo para callarles la boca. Quizá
podría escribir un libro, pero soy incapaz, carezco de imaginación para ello.
Pintar un cuadro resultaría patético. Apuntarme a la universidad para estudiar
filosofía o teología, exige mucho tiempo y cerebro que no tengo .Pero sigo
pensando en una solución al desafío.
Pues para mí es un desafío.
Le hablé de la música, explotó en una carcajada que pareció un espasmo.
Le convencí de que era lo más fácil. En los
tres siguientes desayunos trazamos un plan que debía mantenerse en
secreto: Compró un pequeño despacho
pared con pared con el suyo. Le conseguí unos españoles que los sábados
y domingos le hicieran una puerta que los comunicara .Forraron el nuevo
apartamento de aislante y, modificaran parte de su biblioteca para
convertirla en una puerta de comunicación naturalmente secreta.
Un sábado entró en el nuevo “despacho”
un piano de gran cola y algunos otros muebles. René encontró
tras dos
fracasos una profesora que entendió el objetivo de aprender. Desde ese día y durante cinco años René y Denise se pasaron
una hora diaria alrededor del piano.
Rene estuvo tan obsesionado en estudiar
como en guardar sus estudios y progresos
en el más absoluto secreto.
Los únicos favores que hice a
René, fueron dejarle una identificación y firma falsa para constituir la empresa
que compró el despacho (el mismo día en documento aparte, se le
vendió a René). Llevarle los albañiles y carpinteros españoles y
desear y confirmar mí esperanza de que su sueño fuera realidad.
Casi seis años después, recibí unos billetes de avión y una
reserva de hotel en Paris con una
nota escueta escrita en castellano: NO
PUEDES FALTAR. NO ME PUEDES FALLAR.
No falté. Minutos después de llegar al hotel, el chofer del Sr René
preguntaba por mí. Nos encontramos en la cafetería de siempre. Había alquilado
una pequeña sala de conciertos. La fuimos a ver. En la cabecera una pequeña
tarima con un piano de cola larga. En
el salón unas mesas bellísimamente adornadas con una
elegancia extraordinaria. La cena la serviría el restaurante La Tour d´Argent que había
hecho una excepción, pues se había negado hasta entonces a servir fuera de su templo.
Las mesas no estaban numeradas, cada una tenía el nombre de un filósofo con una de sus frases más relevantes a criterio de René. Me pareció alucinar lo que veía. Con mi
felicitación llegó su petición a la que me
prohibió negarme: debía ser el presentador de la fiesta.
Dos noches después se celebraba su 75 cumpleaños y su despedida de los
negocios. En el salón estaba su familia
al completo, amigos, empleados de su despacho, personajes de la política y de
los negocios. Calculé más o menos unas doscientas personas. Al entrar fuimos recibidos por Rene y su
distinguida esposa. Luego los corrillos
de saludo y el proceso de buscar la mesa
y tomar asiento. Unos camareros servían unos aperitivos.
Las luces de la sala se atenuaron pero se incrementaron
alrededor del hermoso piano de cola. Un punto de luz rodeo el micrófono que iba a servir para presentar
el acto. Todos callaron expectantes. Su
mujer se dirigió en voz baja a sus hijas e hijos para criticar despectivamente la ausencia en la mesa del René, ésto, según ella venía a demostrar su falta de
sensibilidad artística amén de otras cosas.
Había llegado mi hora. En mi francés
“exótico “anuncie el programa del acto: Señoras y señores, René ha querido
que presentara éste pequeño concierto como
reconocimiento, homenaje y agradecimiento a todos Uds. y a la vez, de su despedida de los negocios. Las composiciones que ha
seleccionado son en primer lugar: La
Sonata en Do Mayor de Mozart, por ser la preferida de su amada y hermosa
esposa. (se oyeron aplauso. Su mujer Blanche y su familia buscaban con los ojos a Rene y
al no encontrarlo fruncieron un gesto de enfado)
En segundo lugar la Serenade de
Schubert, por ser la melodía que ha inspirado más poemas de amor y en
recuerdo de los malísimos poemas que René escribía y recitaba para conquistar
la atención y amor de su esposa. René confiesa que eran tan malos que jamás Blanche quiso escucharlos completos. Pero la enamoró, que era lo importante (se oyeron de nuevo aplausos y risas. La familia seguía
esperando a René cada vez con cara y gestos más enfadados y despectivos)
En tercer lugar el artista nos interpretará Suite Española nº 11 Granada de Albeniz, en recuerdo de los
maravillosos veranos en España que finalizaron cuando sus hijas e hijos creyeron ser demasiado
mayores para veranear con sus padres (de nuevo aplausos y risas más fuertes. La familia ya no buscaba
a René, movían la cabeza de izquierda a derecha y se miraban como diciendo: Ni
hoy Rene tiene remedio)
Y por último como símbolo de despedida de su actividad, el Aria de Adiós a la Vida de Tosca, pues ciertamente con su adiós
a casi 60 años de trabajo, se abre una etapa nueva y prometedora, que asume con la misma ilusión
que cuando montó su primer taller de torno con 15 años (Enormes aplausos de toda la sala
puesta en pie, excepto de la familia que aplaudía sentada y con una cara de irritación, desprecio y
enfado increíble)
Me gustaría que recibieran con un aplauso al intérprete de este homenaje a la amistad,
al trabajo y al amor. Gracias a todos.
Se iniciaron los aplausos. La luz sobre el piano se intensifico. Un foco
se dirigió a las bambalinas para acompañar al intérprete hasta el piano. El
bajo, robusto y poco sensible René con un impecable frac apareció en escena
para dirigirse al piano. El aplauso se apagó lentamente para dar paso al
silencio que produce una admirable sorpresa . Estaban ante algo increíble: El
que Rene fuera el artista, el pianista. Frente
a esta admiración Blanch y alguno de la familia esbozaron unas maliciosas sonrisas, como si todo se tratara de una broma, de un truco.
Rene saludó con el estilo de quien ha dado cientos de conciertos. Se
sentó en la banqueta, estiro los brazos,
movió durante unos segundos los
dedos e
inmediatamente se oyó nacer la Sonata de Mozart. Impecable. Maravillosa.
Blanche, quizá por primera vez lloró sin miedo a estropear su maquillaje
En mi mesa, todos estábamos emocionados.
Éramos una mesa especial, la de
quienes habíamos guardado el secreto durante estos casi seis años, la profesora Denise, la secretaria Margaritte,
el chofer Ahmed, y uno de los ejecutivos de la casa de pianos Player, que con
Denise hicieron de René un artista. Con pequeño repertorio, pero artista.
Los dedos de René no pararon, no hubo tiempo para aplausos intermedios. Acabó la Sonata e inicio La
Serenada, todos lo escucharon asombrados
y emocionados. Un buen número de invitados dejaron sus mesas para ponerse sentados o de
pie en las primeras filas o alrededor de la tarima. Al acabar era necesario aplaudir para
descargar la emoción, pero los dedos de Rene no lo permitieron pues como si
tocara una guitarra española se oyó Granada y su melodía imitando el agua del Darro
y del Genil, los amores y el baile. Parecía imposible respirar con tanta emoción. Blanche, la aristocrática Blanche, la
distante Blanche se puso sin darse cuenta de rodillas con las manos juntas como si quisiera rezar o
arrepentirse de tantos años de amor a los que no correspondió y en esa posición,
rodeada de dos o tres nietos siguió el
concierto.
René debió detenerse ahí, pero ni lo pensó, su plan era su plan, llegar al
final, romperles el corazón y el criterio a todos aquellos -especialmente a su
familia- que lo habían considerado
durante tantos años un tornero con habilidad para los negocios, sin carrera ni
estudios. El, que amaba el toreo, era el
torero en la plaza, tenía que acabar matando y no paró, de Granada
gracias a un arreglo del Sr de Player y de Denise paso sin solución de
continuidad al Adios a la Vida de la opera Tosca. Un violín que no se veía le acompañó en su adiós. Las
notas parecían escribir la letra: Oh
dulces besos / oh lánguidas caricias. No se oia respirar, Blanche seguía de
rodillas, sus manos tapaban y apoyaban
su cara contra el apoya brazos de su silla. Su nietos querían levantarla pero
ella se negaba .. la melodía no se oía, escribia: La hora
ya ha pasado / me despido / … Jamas he
amado tanto la vida / ..
Los dedos dejaron de recorrer el teclado, René se levantó de la
banqueta, estaba victoriosamente feliz, sudado, deshidratado, sonriente. Se inclinó
ante todos. De pronto, un aplauso que
pareció un trueno, unas carreras para
abrazarlo que hicieron caer sillas y vajillas. En el fervor, sin que nadie lo
notara, unos empleados de la casa Player retiraron el cuerpo de delito, el
piano. Las luces recobraron su intensidad y se empezó a servir la cena. Blanche antes de abrirse paso hacia René
se fue a los servicios para recomponer su maquillaje. Los del secreto nos acercamos para felicitarte. Señalando el
asiento vacío de Blanche, comentó: No ha
entendido nada, continua con la estética sobre el sentimiento. Nada que hacer.
(rien a faire)
Rene paso la cena recorriendo las mesas, sentándose, saludando y
despidiéndose de cada uno. Gozaba del triunfo
y de la sorpresa. Abandoné la cena pronto. Al despedirme nos
abrazamos. Ahmed me acompaño
al hotel y a Denise y a Margaritte a sus casas. Estábamos sonrientes.
Margarite, la persona que más sabia sobre la vida privada de Rene, dijo que acabábamos de ver la Venganza de René, el Montecristo
actualizado. Nos reímos felices.
Unos tres años después, en mi despacho de San Vicent de Castellet, recibí
de Margarite la noticia de su muerte, de un ataque al corazón en la isla de Reunion donde vivía con una tailandesa. Sonreí y también ahora cuando lo
recuerdo
In memoriam
Fernando San Agustin
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