En
recuerdo de las cartas que escribí para que alguno de mis amigos
las enviaran a sus novias, amantes o similares.
las enviaran a sus novias, amantes o similares.
Nadie lo sabe y si lo supieran tampoco irán al entierro a su entierro. Unos por vergüenza y otras por ignorar que fue Cyrano,quien escribió las cartas de su galán.
Únicamente Damián, el niño al quien Cyrano le enseño a leer y escribir va detrás del féretro alquilado llevando en sus manos la pluma y el tintero del viejo enamorado y siempre fracasado poeta.
Sobre el féretro y para tapar la insultante sencillez del mismo, el niño ha extendido la vieja capa del soldado. Se puede observar la gran cantidad de zurcidos remendando los agujeros de las múltiples estocadas recibidas. Ninguna fue mortal, ninguna afecto su corazón.
Sobreviviente a todas aventuras, no resistió la última. Mortalmente herido en su corazón al contemplar como la muchacha de sus sueños se iba a entregar en cuerpo y alma a quien usurpaba sus cartas y palabras de amor. Por primera y última vez, se arrepintió de poner la pluma al servicio de otros para conquistar plazas que sin sus palabras resultarían imposibles alcanzarlas.
Llegados a su fosa, los enterradores abrieron la madera que servía de fondo al féretro y su cuerpo envuelto en una vieja sabana se precipito en su interior. Al empezar a palear la tierra, Damian arrojó la capa sobre el cadáver del soldado, pues si nunca se había separado de ella, ahora tampoco. Después, cono cierto dolor dejo caer el tintero y la pluma.
A Damián le hubiera gustado que alguien estuviera para despedirle. Miro a su alrededor, buscando esperanzadamente una persona mayor que quisiera acompañarle para rezar por su Cyrano. Mientras, se oían las paladas de tierra rellenado la fosa y el recuerdo. El niño no quería ver como lo hacían. Mantuvo la mirada en la punta de sus descalzos pies. Los enterradores al acabar clavaron una cruz sin nombre y se marcharon.
Damián no quiso llorar. Cyrano decía que los hombres no lloran. Pero él era un niño y quiso hacerlo mientras con su pequeña navaja grababa en la cruz: Cyrano.
Una ráfaga de viento le trajo la pluma de Cyrano. El aire de las paladas la hizo volar y ahí estaba. Parecía tener todavía un resto de tinta y la quiso aprovechar para resaltar el nombre grabado. Damián quería escribir algo más que el nombre. Mientras meditaba la pluma se movió sobre la vieja y barata madera. Al dejar de moverse la pluma se leía: Cyrano, amó y buscó ser amado ansiosamente.
Luego fue a casa del soldado, todavía quedaba una carta para entregar. No quiso entregarla a quien la encargó. La llevo directamente a la destinataria. En el remite escribió con su letra infantil: Cyrano.
Al entregarla a la hermosa doncella - el amor de Cyrano- le dio también su pluma. La muchacha miro extrañamente al niño, al remite y a la pluma. No entendía nada. Cuando Damián se alejaba oyó un angustioso lloro.
Damián sonrió. Era su venganza contra el usurpador de palabras.Todos los muñecos abandonados quizás puedan tener su abrazo.
Escribes como los propios ángeles. ¡¡¡PUBLICA DE UNA VEZ!!! Te estamos esperando
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