Es un error buscar en el pasado estructuras, procedimientos e instituciones para construir el futuro. Cada época tiene su timón, analizar la realidad diaria nos dirá cuál es el de hoy. La tecnología lo hace fácil, únicamente necesitamos imaginación, generosidad y no creernos en posesión de la verdad.
La abdicación de S.M. el Rey Juan Carlos para dar paso a la generacion de S.M. Felipe VI, parece haber abierto un nuevo tiempo de esperanzas y quehaceres. Algunos ancianos y prestigiosos soldados creen haber oído : Misión cumplida, pueden retirarse. Pero no es así. España no se salva porque uno agite una bandera de esperanza.España es como la tierra que los labradores aran, siembran, abonan, sulfatan, limpian, siegan,recogen para volver a abonar, esperar el tempero, y así empezar el ciclo de labrar. etc. España no permite descansos, es ir en bicicleta, si dejamos de pedalear se cae. España va de la euforia a la depresión con extrema facilidad. Los viejos soldados y todos los ciudadanos curtidos en la búsqueda de la democracia, que pusieron su honor, honradez y trabajo al servicio del resto de los españoles, no pueden retirarse. Limpios de ambiciones personales, deben salir -si es preciso de uno en uno- por todos los pueblos de Cataluña y del resto de España para combatir el silencio de los conformistas y el griterío de los talibanes
miércoles, 9 de julio de 2014
Objetivo: Hacerse odiosos- ¡Nos echarán!
Unos dos años antes que el colectivo Artapalo se hiciera cargo de la dirección de la banda terrorista ETA, uno de sus futuros componentes explicaba -sin mucho recato ni discreción- que si él dirigiera ETA: se dejaría de Ostias y colocaría dos autobuses cargados de explosivos uno cada lada de la plaza del campo del Bernabeu cuando jugara el Madrid contra el Atlético de Madrid. Los haría explotar cuando todos salieran del partido. Supongo -añadía- que morirían unos dos mil o tres mil madrileños. ¿Que pasaría? Pues pasaría -siguió diciendo- que no hará falta separarnos, que nos odiarían a todos tanto, que !nos echaran¡ y todo resuelto de una puta vez.
Lo cierto es que con Artapalo ETA sembró de bombas el país. El número de muertos llego a 800 o a 1000, pero a pesar de ello, el resto de los españoles no odio nunca a las gentes de Euskadi. La lengua, la cultura, los deportes, el ser, el hacer, el paisaje, el comer de los Vascos forma parte del orgullo y del ser de todos los españoles.
Hay en Cataluña un cierto número entre políticos, comunicadores, pseudo- lideres sociales, catalibabes , que buscan cualquier ocasión para irritar, insultar, insinuar, acusar, falsear, tergiversar cualquier noticia para resultar antipáticos e incluso odiosos. Y no digo que no haya motivo para criticar , para oponerse, pero el resto de los catalanes, no somos ni inquisidores ni la vieja del visillo, del chisme, del enfrentamiento, de resaltar las diferencias, o los errores como algo insultante, culpable.
La diferencia de lenguas, acentos, costumbres, formas de ser, de decidir, de enfrentarnos con la vida son diferencias que forman este mosaico al que llamamos España
martes, 8 de julio de 2014
Un proyecto inquietante
Un proyecto inquietante
No es de extrañar. Debía llegar. No es un esperpento, es un
proyecto en maduración. Responde al viejo slogan: la libertad se halla en
la punta de tu fusil. Siempre quien actúa fuera de la ley busca armas para
defenderse contra quien la representa. Armas contra la democracia.
Así lo han hecho ETA. GRAPO. TERRA LLIURE, BRIGADAS ROJAS, TUPAMAROS, etc.
Es un intento de la ANC y de algunos catalanes, de
inquietar, irritar, molestar, de resultar antipáticos e
incluso odiosos al resto de catalanes y demás españoles. De analizar
las reacciones a favor y en contra. De agrupar fanáticos de la violencia,
¿vestirán camisas pardas?
En busca de referentes, han tomado como ejemplo la
independencia de Israel. Ansían tener su Hagana, un ejército
clandestino con sus reservistas. Disponer de su Shin Bet, un servicio de
acción e inteligencia, que años más tarde se llamara Mossad. Amo Israel,
me identifico con ellos, tengo grandes
amigos sabras. Ellos saben, como tantos, que los primeros
pasos los dirigió la pasión y no la
razón. Eso lo pagan ambos bandos cada día y hora. El odio no
deja espacio para la paz. Ellos – mis amigos, combatientes de cinco guerras-
saben que han condenado a sus hijos y a los
hijos de sus hijos a la guerra. No fue un buen principio. Quien intente
emularlo debe saberlo.
Un alto cargo de un banco alemán me enseñaba el edificio que
había comprado en Paris para sus oficinas. Era un edificio histórico, en un
lateral había una placa con los nombres
de unos franceses que habían muerto allí haciendo frente a la invasión
alemana. Me dijo : los alemanes hemos descubierto tarde que es más fácil y
barato comprar que conquistar, además comprar es democrático.
Conocí hace un tiempo infinito a
un viejo carlista. Contaba que desde el año 1933, al salir de misa del
domingo, mientras las mujeres iban a preparar la comida, ellos iban a
entrenarse militarmente. Su instructor era el párroco. Táctica y tiro, durante
más de 300 horas. Aburridos de entrenar recibieron con alegría el inicio de la
guerra.
Y la gran verdad es que quien busca un arma para
imponer sus ideas, acaba disparando a los contrarios.
En su inicio, nadie
advirtió el peligro de un hombre sin importancia con bigote y sus camisas
pardas.
Fernando San Agustin
Personajes que conocí: El Coronel
Personajes que conocí: El Coronel y El
sueño del adiós
La llamada se produjo a primera hora de la mañana. Al
otro lado de la línea, una voz desconocida, derrotada y entrecortada preguntó
por mi nombre y apellido. Impresionado por la voz, temí alguna desgracia en la familia; respondí: en
qué puedo servirle.
Aquella voz
apesadumbrada y llorosa continúo: soy Antonia, la mujer de Carlos, del Coronel Carlos de la XV, "el
balas". La voz, al decir el
apodo pareció relajarse por unos segundos- Carlos
ha dicho que te llame para pedirte que vengas a verlo. La voz se pausó, se le oía respirar profundamente
como si quisiera recuperar el aliento. Luego
en un tono quedo y dolido, siguió: es que ¿sabes?, Carlos se muere. Hubo una
larga pausa de lloros e hipos. Sí, Carlos se muere. Ahora estamos en esta Clínica…,
bueno ahora no me sale el nombre, la
clínica que está en la Ronda, en Vallcarca.
Bueno, Carlos me ha pedido que te llame, no quiere que avise ni a
nuestros hijos ni a sus amigos sin verte primero. Me lo hecho jurar. La voz
iba y venía entre lloros y silencios.
Mientras yo trataba de recordar quién era este Coronel Carlos
del que no tenía memoria, Antonia siguió: Yo
no te conozco. Sé que habéis estado juntos en alguna maniobra y en alguna
recepción, que eras amigo de Pachi y de Artieda, pero la verdad, dime si no te
resulta raro que deba jurarle que vengas tú antes de llamar a nuestros hijos y
amigos. Ahora la voz parecía irritada más que dolida. No se la razón, no te conozco, no sé nada de ti, lo que se dice nada,
pero así lo ha querido Carlos. Te pido en su nombre y el mío que vengas. Te
espero, por favor ven pronto y me explicas lo que puedas. Su voz volvió a estar
derrotada y llorosa. Mi marido se muere, no sé quién eres, no puedo avisar a la
familia ni a los amigos, y estoy sola. Se rompió en un llanto y se cortó la
línea.
El cerebro me daba vueltas en busca de mi relación con el
Coronel Carlos, yo no lo recordaba. El
hecho de tener que verle antes de que Antonia avisara a los suyos me intrigaba aún
más. Tras un corto periodo de reflexión y no teniendo idea de quién podía darme
información sobre el citado coronel y sospesando también que podía ser una broma pesada, decidí bajar a Barcelona. Al no concretar la clínica y con datos tan dispersos, deduje que debía
preguntar en la Quirón o en la Delfos, que eran las habituales en nuestras
mutuas médicas
Las neuronas daban vueltas desesperadas tratando de hacer memoria. Repasé
toda mi vida militar. En un momento, como un flash, recordé unas maniobras unos 40 años antes en la provincia de Lérida. Allí coincidí con un capitán que tenía el mando -prácticamente
virtual- de una unidad logística cuyo
personal estaba distribuido entre todas unidades del ejercicio. Lo que
significaba no tener mando efectivo, ni nada, por no tener
incluso carecía de un soldado de
plana mayor o de conductor, claro que tampoco le habían asignado un jeep. Así que durante los seis días que duraron las maniobras estuvo pegado
a nosotros. No se había enterado cuál era su lugar ni su papel. Nadie lo convocó a un briefing ni a un juicio critico.
No hacía nada y desconocía por dónde empezar. Lo recuerdo siempre perdido y con
frecuencia bebido. No me gustó y busqué todos
los días un acomodo para él lejos de nuestra base. No lo conseguí
El hilo de los recuerdos me llevó a un atardecer y a una noche
de confesión que me hizo ser más
comprensivo con él.
Como todos los aficionados a la bebida, siempre acaban contándote su vida. En parte para
justificar su adicción y en parte por
no tener nada más interesante de que hablar. En ciertos momentos me hablaba a 20 o 30 cm
de mi cara, como para demostrar que sus palabras eran del todo confidenciales: …
soy un mal oficial para esta época. He nacido en una época equivocada. Sería bueno, muy bueno, hace 150 años o 200, pero, ahora
soy una mierda, como lo oyes, una mierda. ¿Quién tiene la culpa? Yo no, seguro
que yo no. Ingresé en la Academia sin
merecerlo, tenía Beneficio de Ingreso (BI) y además una recomendación del propio Franco, que había conocido a mi padre, que murió en el Ebro y al
que Franco le dio la Medalla
Militar y además había conocido a
mi abuelo, que murió en África y Franco mandaba la unidad que recuperó los
cuerpos de los soldados españoles muertos en ese combate. Fue él quien precisamente identifico el cuerpo
acribillado a tiros y acuchillado de mi abuelo. Así que si alguien tiene la
culpa de que sea oficial del ejército y un oficial mierda es Franco.
Yo he nacido para combatir
y morir. Creo que en mi familia se nace
con un instinto suicida, o sea de héroe . Disfrutar mientras vivimos para que
no nos importe morir al día siguiente. Bailes de gala, vistosos uniformes, bellas mujeres a las que amar y
escribir, así como putas ninfómanas y hermosas con las que emborracharte, hacer el amor apasionadamente y de ese modo no te importe despedirte de la vida. Ahí y así
es donde yo sería bueno. Ese es mi sueño cuando bebo. Que la resaca me lleve
dos siglos atrás. Ese es mi sueño. Esto que vivimos es una porquería, mal
pagados, resignados, sin entusiasmo ni
objetivos, en busca de un pluriempleo para que la familia pueda vivir mejor,
sin horizontes, nada, esto es una mierda. No quiero esto. No sirvo. Mi familia
no sabe que vivo por mi capacidad de soñar, de no ser por eso me habría pegado
un tiro.
Lo peor de todo esto
es que es verdad. Pero jamás lo he dicho
a nadie. Por borracho que pueda haber
estado no se lo he dicho a nadie. Yo nunca pierdo el control. El alcohol para
mi es la puerta de mis sueños. A veces también la música, oír un vals de
Strauss me abre la puerta de los salones de Viena o de Buda donde está la mujer
que amo y baila apretando mi mano fuertemente como para impedir que al día
siguiente salga a encontrarme con la muerte. Esta es mi verdad y te la cuento a
ti no sé porque, quizás porque cantabas con tu amigo una canción que decía:
"son mis sueños las armas y la muerte, la Patria y el Amor, la vida que te
ha tocado en suerte se la he brindado a Dios". Quizás por eso o quizás
porque Pachi y Artieda dicen que tienes mucho de poeta, o simplemente tengo
ganas de contarlo a alguien a quien probablemente no encontraré en años y porque tu no estarás
interesado en dar aire a esta confesión de que vivo en un sueño ni decir que mi
realidad es una penitencia.
Recuerdo que esta confesión me despertó una cierta
comprensión y mucha ternura. El recuerdo también me trajo el olor a ginebra y el aliento caliente en mi oído y mi ¡¡mejilla.
Localizada la clínica, tuuve alguna dificultad en saber
su habitación por desconocer su apellido. Antes de entrar estaba seguro de que este coronel era aquel capitán sin
mando que vivía en un ejército fuera de su tiempo. Entré, estaba entubado al máximo. Su mujer parecía observar su respiración
como para animarle a seguir haciéndolo. Al verme dijo: ¿eres Fernando, verdad?.
Asentí, la saludé
con un beso y un apretón de manos. No se movió de la silla desde la que
acariciaba con suavidad el brazo del coronel. No sé de qué os conocéis ni que cosa hay entre vosotros, pero ayer
insistió en llamarte antes que a nadie.
De todas maneras esta mañana después de hablar contigo he llamado a mi
hijo e hija para que vengan a despedirse. Gracias al cielo has llegado antes
que ellos como Carlos quería.
El aspecto cadavérico del coronel no invitaba a decir
nada esperanzador. Sus ojos hundidos, la piel casi amarilla, una delgadez
extrema y atravesada por tubos de todo tipo. Parecía ya muerto. Su mujer
intervino como para animarme: Carlos
tiene los ojos cerrados y dormita a ratos, pero se entera de todo. Le dio
unos pequeños golpes en el antebrazo: Carlos,
mira quien esta aqui. No abrió los
ojos pero levanto su mano como para buscar la mía. Se la cogí mientras decía: a tus ordenes mi coronel. Sin soltarme
la mano abrió como una rendija en sus ojos para buscar a su mujer. Se cruzaron una mirada. Antonia
se levantó diciendo : mejor os quedáis solos. Sentí un
escalofrío. Pensé que quería pedirme algo para acabar con su agonía.
Cuando se cerró la puerta, cerró de nuevo los ojos. Sin soltar mi mano, me arrastró hasta pegarme a su cara. Le costaba hablar. Así que
le dije que esperara un momento. Llamé a la enfermera, que vino de inmediato. Pedí
si podía quitarle el tubo de la boca,
traer una crema para los labios, unas gasas y agua para mojarle la boca y la lengua. Lo hizo todo con rapidez, también me ayudó a incorporarlo ligeramente. La
enfermera como preámbulo de su eficacia me
señalo que quitarle el tubo e incorporarlo no era nada bueno para su estado, contesté sonriendo que a su estado solo le
faltaba quedarse embarazado. Note que la mano del coronel golpeaba mi mano como
queriendo aplaudir. En su boca se dibujó una mueca a modo de sonrisa.
Nos quedamos solos. Con una gasa impregnada de agua le
moje la lengua y los dientes por delante
y detrás, también le tiré algunas gotas en el interior dela boca. Su mojada
lengua se paseaba por el interior de su
paladar para humedecerlo. Esta operación
la repetí mientras estuve en la habitación. Sabía cuándo hacerlo , pues cuando deseaba que lo hiciera, sacaba la lengua.
Me acerque para oír qué esperaba de mí: me preguntó si me acordaba de una charla que
tuvimos en unas maniobras en Lérida. Le respondí que sí, resultaba
imposible olvidarla.
Nunca en estos más de treinta años me he franqueado tanto con
nadie. Tu sabes mi secreto, por eso te he llamado, quiero que me ayudes a tener
un sueño para despedirme de la vida. Quiero irme soñando como tantas veces,
pero esta vez de verdad.
Si mis hijos,
nietas, amigos, parientes y demás vienen es imposible entrar en el sueño del
adiós. Tienes que conseguir que no vengan y, si se asoman, que no hablen. Sólo tú
que conoces mi secreto. Mi confesión de inutilidad, la necesidad que tengo de
soñar, puedes conseguirlo. Es demasiado largo y decepcionante explicarlo ahora
a mi familia. No les sería fácil de
comprender y todos ellos son demasiado convencionales para que me ayuden.
Tienes que ser tú
Siguió para explicarme el sueño para despedirse de esta vida y de esta época equivocada que le
había tocado vivir. Estuvimos cerca de 45 minutos. Más o menos por la mitad,
salí de la habitación para pedir a su mujer
si podían traer de su casa el sable y los dos pequeños altavoces de su
iPad. Luego volví a entrar para acabar de recibir sus instrucciones.
Una media hora más tarde Antonia entró con el sable y los altavoces. Se acercó y lo besó con una dulzura infinita. Luego
salió. Yo conecte su iPad con los altavoces, busque el archivo que me había dicho y lo activé con un volumen muy bajo. Se inició una cadena de valses de Strauss y marchas
militares austríacas interminables. Cuando se acababan empezaba de nuevo por el primer Vals. Puse su sable a lo largo de la
cama y cerré su mano izquierda por debajo de la empuñadura. Me imaginé su
sueño. Debía estar ya entrando en un salón de palacio para bailar o bailando un vals. Salí de la
habitación para llevar a cabo lo más
difícil de la operación. Conseguir que respetaran su deseo: que le dejaran decir adiós a su vida presente , soñando con
la vida que quiso tener.
No fue fácil, incluso
en algunos momentos fue
desagradable. Les pedí en su nombre que respetaran la última voluntad de su
padre. Quería morir solo, no oyendo otra cosa que la música seleccionada por él
para este momento.
Estaba la familia del hijo y de la hija con las nietas
respectivas. Otros familiares y amigos. El
hijo – irritado- dijo que nadie podía negarle
ni a él ni a su familia la entrada a la habitación para dar un último
beso y decirle que lo querían. Naturalmente todos estaban de acuerdo en ello.
Insistí en la petición y les rogué que
la cumplieran.
Cuando el hijo
avanzó hacia la puerta de la habitación, mire a la madre antes de decir:
Tu padre te lo prohíbe. Quiere morir
solo. ¿Es mucho pediros? Habéis tenido años para decirle que lo queréis, él lo
sabe y por ello está seguro que respetarais
su voluntad. El hijo pareció no escuchar nada. Tomó de la mano a su mujer e hijas y se dirigió
hacia la puerta . Antes de que yo tratara de detenerle, aquella anciana mujer, rota de dolor, de lloros y agotada por los
cuidados de tan larga agonía se puso delante de la puerta con los brazos en
cruz: mi marido dice que nadie pase y
nadie pasara. ¿Lo oyes bien? Nadie pasará.
El hijo preguntó muy irritado
en que momento podría ver a su
padre, la madre contestó tajantemente : cuando haya muerto. Al oír esto cogió a su mujer y dijo: !pues ya avisareis,!!, y se encamino a la salida indicando a sus dos hijas -las nietas mayores del
coronel - que fueran con él. Las chicas
se negaron, dijeron se quedaban con la
abuela. El enfado del hijo fue mayúsculo.
Su mujer le hizo ver que ya eran
mayores y que podían quedarse. El hijo arrastrando a su mujer salió de la sala
con un portazo.
Los amigos y otros familiares se despidieron. Quedamos la hija con su marido que seguían sin entender
por qué no podían entrar. Las cuatro nietas y la abuela. Me sentía culpable de
la situación. Entreabrí la puerta y se oía la suave melodía de los valses. Impresionado por la situación , fui al centro del grupo con una exposición y
propuesta:
Vuestro padre y
abuelo quiere despedirse de la vida soñando que baila con su mujer y luego con
su hija y sus nietas uno y otro vals. Ese es su último deseo, si habláis,
lloráis o hacéis ruido, saldrá de ese
sueño que le hace feliz su despedida. Si es así, sólo le quedará el dolor y la
tristeza. Yo os propongo entrar en silencio, llorar en silencio, no moverse y
contemplar cómo se despide soñando que baila con vosotras. ¿Estáis de acuerdo? Cuando iba a abrir la puerta vimos
llegar a la mujer del hijo. Se abrazó a la abuela. Fue un buen regalo.
Abrí lentamente la puerta y se colocaron alrededor de la
cama. Subí el volumen de la música. El coronel movía las manos y hacia oscilar
suavemente su cabeza de izquierda a
derecha como llevando el ritmo. Quizás era este movimiento que le hacía
recuperar el color de la cara.
Se me ocurrió llevar a su mujer al lado de la cama, cogí
sus manos y las puse muy suavemente, una apoyada en el hombro y otra en la mano
del coronel alzándolas lentamente. Le
dije a Antonia que siguiera con la mano el ritmo del vals en movimientos casi
imperceptibles. Tuve miedo de sacarlo
del sueño, pero no fue sí. El parecía
esbozar una sonrisa. Su cabeza seguía oscilando de derecha a izquierda. Unos
minutos después hice lo mismo con su hija, su nuera y con las niñas, parecía -un baile de relevo.
Aquella habitación se transformó durante casi una hora en un salón de la corte austriaca . La tensión del inicio fue relajándose. Su hija fue la primera que
al hacer el relevo del baile se agachó para besarle la frente, luego lo
hicieron las niñas, la más pequeña bailo
pegando su cabeza a la del coronel. Nunca había visto llorar y sonreír al mismo
tiempo como en esa ocasión. La enfermera volvió a entrar para señalar el muy irregular
y pobre ritmo cardíaco, la hora del
adiós era inmediata
Le indique a Antonia que volviera a bailar con él, que lo
besara y le dijera que su Regimiento le esperaba. Así lo hizo. El coronel soltó
la mano derecha, con su izquierda tomó de nuevo el sable como para salir de marcha. Con un gran
esfuerzo se puso de lado y pareció querer levantar la cabeza. Su mano derecha se
levanto como quien quiere indicar adelante o decir adiós. Un hilo de voz grave y corta se dejó oír.
Luego apoyo la cabeza en la almohada y pareció quedar dormido. El coronel ya
cabalgaba – hacia la eternidad – hacía la época en que debió vivir
Observé a la
familia. Los lloros y las sonrisas se
mezclaban. Cada una comentaba el baile con su abuelo. Unas habían notado como
les apretaba la mano, otras como le acariciaba el dorso con el pulgar. Todas
parecían sentirse felices. El coronel tenía un rostro sereno y relajado. Su
mujer me dio un fuerte abrazo interminable. Su
hija y las niñas igual. Me preguntaron desde cuando éramos amigos, les respondí que no
lo éramos, tan solo una vez habíamos hablado. Una noche de confidencias. Me
preguntaron que me contó. Les dije que
cualquier otro día. Al final prometí que les escribiría y eso es lo que voy hacer.
Mientras celebran su funeral, yo estoy en un viaje por el
Danubio escribiendo el relato de cómo nos
conocimos. Después debo escribir un relato más suave y no tan real de
nuestro encuentro y sus confidencias con
su marido, padre y abuelo.
Aquella noche me dijo el Coronel: Me alimento de sueños, no sé ni puedo vivir de otro modo.
Adiós, mi coronel
Personajes a los que conocí : René
Conocí a
René en París. Financiaba – en parte- un
grupo de legitimistas franceses. Ardiente defensor de la Monarquía. Según
él, un Rey tenía la función de Juez
imparcial entre las partes, escuchar al fiscal y al defensor, a la oposición y
al gobierno. Nadie mejor que el Rey para
este papel. René era
un industrial y hombre de
negocios. Al decir de todos era: autoritario, seco, duro, justo y sin ganas ni gracia para hacerse el simpático
o entablar relaciones amistosas.
Al salir del primer encuentro y
como llovía me acercó con su coche a mi pensión -al lado de la Gare Saint
Lazare- Me dijo claramente que no se
creía nada de lo que yo decía ser o hacer, pero que le daba igual, lo
importante es lo que yo pudiera hacer por ese grupo.
Me invito a desayunar cualquier lunes, miércoles y viernes - que me fuera bien- en una cafetería cerca de su despacho. Acepté su
invitación y en esos desayunos nos conocimos mejor. De esas reuniones
únicamente quiero contar una
historia que se inicio con este
monologo.
Nadie de mi familia o amigos puede creer que me interese otra cosa que no sea los negocios, no me dan ningún
crédito cuando opino de arte, de música, de filosofía etc. Al
parecer mi mujer y mis hijos e hijas son las únicas personas que tiene opinión
al respecto. La frase cuando opino es:
“lo tuyo René son los negocios” Estoy cansado de esta catalogación. Tengo que hacer algo para callarles la boca. Quizá
podría escribir un libro, pero soy incapaz, carezco de imaginación para ello.
Pintar un cuadro resultaría patético. Apuntarme a la universidad para estudiar
filosofía o teología, exige mucho tiempo y cerebro que no tengo .Pero sigo
pensando en una solución al desafío.
Pues para mí es un desafío.
Le hablé de la música, explotó en una carcajada que pareció un espasmo.
Le convencí de que era lo más fácil. En los
tres siguientes desayunos trazamos un plan que debía mantenerse en
secreto: Compró un pequeño despacho
pared con pared con el suyo. Le conseguí unos españoles que los sábados
y domingos le hicieran una puerta que los comunicara .Forraron el nuevo
apartamento de aislante y, modificaran parte de su biblioteca para
convertirla en una puerta de comunicación naturalmente secreta.
Un sábado entró en el nuevo “despacho”
un piano de gran cola y algunos otros muebles. René encontró
tras dos
fracasos una profesora que entendió el objetivo de aprender. Desde ese día y durante cinco años René y Denise se pasaron
una hora diaria alrededor del piano.
Rene estuvo tan obsesionado en estudiar
como en guardar sus estudios y progresos
en el más absoluto secreto.
Los únicos favores que hice a
René, fueron dejarle una identificación y firma falsa para constituir la empresa
que compró el despacho (el mismo día en documento aparte, se le
vendió a René). Llevarle los albañiles y carpinteros españoles y
desear y confirmar mí esperanza de que su sueño fuera realidad.
Casi seis años después, recibí unos billetes de avión y una
reserva de hotel en Paris con una
nota escueta escrita en castellano: NO
PUEDES FALTAR. NO ME PUEDES FALLAR.
No falté. Minutos después de llegar al hotel, el chofer del Sr René
preguntaba por mí. Nos encontramos en la cafetería de siempre. Había alquilado
una pequeña sala de conciertos. La fuimos a ver. En la cabecera una pequeña
tarima con un piano de cola larga. En
el salón unas mesas bellísimamente adornadas con una
elegancia extraordinaria. La cena la serviría el restaurante La Tour d´Argent que había
hecho una excepción, pues se había negado hasta entonces a servir fuera de su templo.
Las mesas no estaban numeradas, cada una tenía el nombre de un filósofo con una de sus frases más relevantes a criterio de René. Me pareció alucinar lo que veía. Con mi
felicitación llegó su petición a la que me
prohibió negarme: debía ser el presentador de la fiesta.
Dos noches después se celebraba su 75 cumpleaños y su despedida de los
negocios. En el salón estaba su familia
al completo, amigos, empleados de su despacho, personajes de la política y de
los negocios. Calculé más o menos unas doscientas personas. Al entrar fuimos recibidos por Rene y su
distinguida esposa. Luego los corrillos
de saludo y el proceso de buscar la mesa
y tomar asiento. Unos camareros servían unos aperitivos.
Las luces de la sala se atenuaron pero se incrementaron
alrededor del hermoso piano de cola. Un punto de luz rodeo el micrófono que iba a servir para presentar
el acto. Todos callaron expectantes. Su
mujer se dirigió en voz baja a sus hijas e hijos para criticar despectivamente la ausencia en la mesa del René, ésto, según ella venía a demostrar su falta de
sensibilidad artística amén de otras cosas.
Había llegado mi hora. En mi francés
“exótico “anuncie el programa del acto: Señoras y señores, René ha querido
que presentara éste pequeño concierto como
reconocimiento, homenaje y agradecimiento a todos Uds. y a la vez, de su despedida de los negocios. Las composiciones que ha
seleccionado son en primer lugar: La
Sonata en Do Mayor de Mozart, por ser la preferida de su amada y hermosa
esposa. (se oyeron aplauso. Su mujer Blanche y su familia buscaban con los ojos a Rene y
al no encontrarlo fruncieron un gesto de enfado)
En segundo lugar la Serenade de
Schubert, por ser la melodía que ha inspirado más poemas de amor y en
recuerdo de los malísimos poemas que René escribía y recitaba para conquistar
la atención y amor de su esposa. René confiesa que eran tan malos que jamás Blanche quiso escucharlos completos. Pero la enamoró, que era lo importante (se oyeron de nuevo aplausos y risas. La familia seguía
esperando a René cada vez con cara y gestos más enfadados y despectivos)
En tercer lugar el artista nos interpretará Suite Española nº 11 Granada de Albeniz, en recuerdo de los
maravillosos veranos en España que finalizaron cuando sus hijas e hijos creyeron ser demasiado
mayores para veranear con sus padres (de nuevo aplausos y risas más fuertes. La familia ya no buscaba
a René, movían la cabeza de izquierda a derecha y se miraban como diciendo: Ni
hoy Rene tiene remedio)
Y por último como símbolo de despedida de su actividad, el Aria de Adiós a la Vida de Tosca, pues ciertamente con su adiós
a casi 60 años de trabajo, se abre una etapa nueva y prometedora, que asume con la misma ilusión
que cuando montó su primer taller de torno con 15 años (Enormes aplausos de toda la sala
puesta en pie, excepto de la familia que aplaudía sentada y con una cara de irritación, desprecio y
enfado increíble)
Me gustaría que recibieran con un aplauso al intérprete de este homenaje a la amistad,
al trabajo y al amor. Gracias a todos.
Se iniciaron los aplausos. La luz sobre el piano se intensifico. Un foco
se dirigió a las bambalinas para acompañar al intérprete hasta el piano. El
bajo, robusto y poco sensible René con un impecable frac apareció en escena
para dirigirse al piano. El aplauso se apagó lentamente para dar paso al
silencio que produce una admirable sorpresa . Estaban ante algo increíble: El
que Rene fuera el artista, el pianista. Frente
a esta admiración Blanch y alguno de la familia esbozaron unas maliciosas sonrisas, como si todo se tratara de una broma, de un truco.
Rene saludó con el estilo de quien ha dado cientos de conciertos. Se
sentó en la banqueta, estiro los brazos,
movió durante unos segundos los
dedos e
inmediatamente se oyó nacer la Sonata de Mozart. Impecable. Maravillosa.
Blanche, quizá por primera vez lloró sin miedo a estropear su maquillaje
En mi mesa, todos estábamos emocionados.
Éramos una mesa especial, la de
quienes habíamos guardado el secreto durante estos casi seis años, la profesora Denise, la secretaria Margaritte,
el chofer Ahmed, y uno de los ejecutivos de la casa de pianos Player, que con
Denise hicieron de René un artista. Con pequeño repertorio, pero artista.
Los dedos de René no pararon, no hubo tiempo para aplausos intermedios. Acabó la Sonata e inicio La
Serenada, todos lo escucharon asombrados
y emocionados. Un buen número de invitados dejaron sus mesas para ponerse sentados o de
pie en las primeras filas o alrededor de la tarima. Al acabar era necesario aplaudir para
descargar la emoción, pero los dedos de Rene no lo permitieron pues como si
tocara una guitarra española se oyó Granada y su melodía imitando el agua del Darro
y del Genil, los amores y el baile. Parecía imposible respirar con tanta emoción. Blanche, la aristocrática Blanche, la
distante Blanche se puso sin darse cuenta de rodillas con las manos juntas como si quisiera rezar o
arrepentirse de tantos años de amor a los que no correspondió y en esa posición,
rodeada de dos o tres nietos siguió el
concierto.
René debió detenerse ahí, pero ni lo pensó, su plan era su plan, llegar al
final, romperles el corazón y el criterio a todos aquellos -especialmente a su
familia- que lo habían considerado
durante tantos años un tornero con habilidad para los negocios, sin carrera ni
estudios. El, que amaba el toreo, era el
torero en la plaza, tenía que acabar matando y no paró, de Granada
gracias a un arreglo del Sr de Player y de Denise paso sin solución de
continuidad al Adios a la Vida de la opera Tosca. Un violín que no se veía le acompañó en su adiós. Las
notas parecían escribir la letra: Oh
dulces besos / oh lánguidas caricias. No se oia respirar, Blanche seguía de
rodillas, sus manos tapaban y apoyaban
su cara contra el apoya brazos de su silla. Su nietos querían levantarla pero
ella se negaba .. la melodía no se oía, escribia: La hora
ya ha pasado / me despido / … Jamas he
amado tanto la vida / ..
Los dedos dejaron de recorrer el teclado, René se levantó de la
banqueta, estaba victoriosamente feliz, sudado, deshidratado, sonriente. Se inclinó
ante todos. De pronto, un aplauso que
pareció un trueno, unas carreras para
abrazarlo que hicieron caer sillas y vajillas. En el fervor, sin que nadie lo
notara, unos empleados de la casa Player retiraron el cuerpo de delito, el
piano. Las luces recobraron su intensidad y se empezó a servir la cena. Blanche antes de abrirse paso hacia René
se fue a los servicios para recomponer su maquillaje. Los del secreto nos acercamos para felicitarte. Señalando el
asiento vacío de Blanche, comentó: No ha
entendido nada, continua con la estética sobre el sentimiento. Nada que hacer.
(rien a faire)
Rene paso la cena recorriendo las mesas, sentándose, saludando y
despidiéndose de cada uno. Gozaba del triunfo
y de la sorpresa. Abandoné la cena pronto. Al despedirme nos
abrazamos. Ahmed me acompaño
al hotel y a Denise y a Margaritte a sus casas. Estábamos sonrientes.
Margarite, la persona que más sabia sobre la vida privada de Rene, dijo que acabábamos de ver la Venganza de René, el Montecristo
actualizado. Nos reímos felices.
Unos tres años después, en mi despacho de San Vicent de Castellet, recibí
de Margarite la noticia de su muerte, de un ataque al corazón en la isla de Reunion donde vivía con una tailandesa. Sonreí y también ahora cuando lo
recuerdo
In memoriam
Fernando San Agustin
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